En un lugar del Atlántico de cuyo nombre pocos suelen acordarse, vive una pandilla de chiquillos empeñados en jugar al fútbol día y noche para emular el éxito de aquellos paisanos que han triunfado en las canchas europeas y que, al volver a su pequeña isla, cuentan maravillas de lo que han vivido en París y en otras capitales. Ahí el hambre es una palabra que casi no aparece en el diccionario, las mujeres llevan faldas cortas y existe algo tan extraño como el subsidio de paro, un papelito milagroso que permite vivir sin tener que trabajar. Así las cosas, en esa pequeña isla frente a las costas de Dakar un partido es mucho más que un acontecimiento deportivo: centenares de ojos acribillan la pantalla del único televisor de la aldea, y cuando el viejo aparato decide pasar a mejor vida, justo en el momento de la prórroga, los hombres mastican impotencia y rabia.
Para resolver el problema, el joven Madické llama a su hermanastra Salie en Estrasburgo, y será ella quien irá informándole de los resultados finales, describiéndole las jugadas más arriesgadas en el fútbol y en la vida, y contándole la realidad de su experiencia de inmigrada en Francia. Asistimos así a la retrasmisión en directo de un juego bello y extraño, donde triunfa la sensación de no pertenecer ya a nada ni a nadie, un sentimiento que Diome salpica con el talento y la ironía que siempre acompañan a los mejores perdedores.
La opinión del editor:
Por fin una mujer capaz de hablar de un tema como la inmigración sin perder el sentido del humor y el gusto por la página bien escrita. En un lugar del Atlántico es una primera novela, pero no lo parece. ¡Bravo, Fatou Diome!