Prosa del observatorio es, a pesar de la confesión del primer su stantivo, un texto claramente poético. Julio Cortázar, uno de los mejores escritores contemporáneos, convoca la noche de Jai Singh (bebiendo un flujo de estrellas), los observatorios de Jaipur y de Delhi, el anillo de Moebius y la región de los sargazos, en un juego de imágenes que se entrelazan y combinan, como compases de una estructura musical. El mirador desde el que se descifran y rastrean los signos ocultos del cielo -Jaipur y la torre del sultán- o el fondo del océano, con su mar de sargazos y el movimiento envolvente de las anguilas, son los instrumentos apropiados para este código poético de delicadas aproximaciones, toda vez que la poesía se funda en la ambigüedad y en el contacto fulminante de dos signos inesperadamente conjugados por la imaginación o el ritmo, ese creador de metáforas. Cristina Peri Rossi