Se analiza, punto por punto, todo tipo de vaticinios: demográficos, científicos, económicos y políticos. Los compara con la evolución real y con tendencias más probables. No sólo estima los desvíos, sino que trata de entender por qué se han equivocado los futurólogos. La razón principal es la contaminación de las observaciones por los deseos. Al final, se establecen unas conjeturas personales del autor sobre lo que puede significar el siglo XXI para la organización de la sociedad.