Pietro, un muchacho tímido, sensible y retraído, que quedó huérfano de madre a corta edad, vive confinado al cuidado de un padre rudo y violento. En este marco de patriarcalismo absoluto, Pietro crece con un sentimiento de muda rebeldía abandonado a la imagen que de él se hacen los demás y refugiado en la lectura.
Consciente de su inadaptación, elige cerrar los ojos, resignado a la inercia afectiva de un solitario. Relato de tránsito, memoria herida de una adolescencia, la novela es asimismo la visión encantada de un paisaje -la ciudad y los campos de Siena- que cambia como los estados mentales del protagonista.